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El largo viaje del mensajero

Fundación Cajamurcia 0 1017

Exposición de Álvaro Peña

Comisario Javier Cerezo

De niño, a Álvaro Peña le gustaba corretear por los espacios mirando cómo su propia sombra flotaba sobre el suelo, las piedras o los matorrales. Ese mundo de sombras que descubría le hizo entender que, aunque la fuerza del hechizo está instalada en los hombres desde los tiempos inmemoriales, son los sucesos que ocurren en la naturaleza los verdaderamente mágicos.

Álvaro había conocido leyendas que hablaban de unas bandadas de aves cuyos plumajes negros brillaban al atardecer. A ese suceso natural le llaman El Mensaje y, aquel crepúsculo de noviembre, siendo él adolescente, contemplaría por primera vez el mensaje de los estorninos. Esa anochecida anunciaba que sería uno de esos momentos en los que está a punto de materializarse la locura del mundo; se podía notar en el aire y del cielo bajó concentrada en una delirante nube que murmuraba con la agitación de las miles de alas de los pájaros que vibraban danzando muy cerca del suelo. Las acrobacias de las aves dibujaban el fantasma de una criatura que provocaba un desconcertante sobrecogimiento y, cambiando de forma constantemente, el espectro se agrandaba o se empequeñecía. A la vez se inflamaba y se abría mientras huía y regresaba. Giraba sobre sí mismo estallando, enroscándose y estirándose a cada momento; era como acudir al nacimiento de una estrella. Las figuras acariciaban las copas de los árboles antes de volver a lanzarse al cielo y regresar con airados y precisos vuelos que invocaban un misterio grandioso. La turba se acercaba a Álvaro cada vez más, describiendo unos agotadores e interminables vaivenes que creaban una perturbadora visión, y los enloquecidos pájaros conseguían moverse como una única alma que aquella tarde bailaba en torno al artista como si fuera un terrible animal de los que se alimentan exclusivamente de fuego que le estuviera pidiendo jugar con él. Tan rápido como empezó, los estorninos se desplazaron hasta unas paredes rocosas buscando el suelo para dormir, dejando, después, el cielo, en su tenue oscuridad, completamente limpio.

Ya de adulto, convertido en un mensajero desde aquella experiencia, Álvaro Peña, explorador de grutas profundas, incansable caminante, parece tener acceso a una memoria arcaica. Recorre senderos de bosques cercanos expoliando los recuerdos que parecen flotar por allí. Hay una conexión entre su presente y lo que ocurre en cualquier tiempo que le arrastra a un mundo de sensaciones que queda enquistado en los pliegues de su memoria y sus pinturas evocan continuamente aquella bandada de estorninos que murmuraban su mensaje al atardecer. Las pinceladas de sus obras consiguen reflejar la luz de aquella tarde y, convertidas en escamas de metal que vibraran, forman una nube donde todo se conecta. Aquella visión del Mensaje de los estorninos resultaría imborrable para Álvaro y, aunque algo había terminado aquella anochecida, otro suceso estaba a punto de comenzar.

Los volúmenes alucinantes en los que se convierten sus pinceladas, le dicen a Álvaro que los hombres nunca conseguirán ver más que espejismos; que lo que sabemos, incluso lo que vivimos, no es verdadero, aunque sea real. Por las tardes, cuando el artista comienza a pintar, revive aquella visión del Mensaje de los estorninos y, enfrentado al reto de entenderlo, las alucinaciones que le provocaban acaban construyendo sobre la tela un desfile de espectros. Cada trance es ahora un camino descontrolado hacia lo desconocido, una experiencia que ya no le sirve para encontrar respuestas, sino para hacerse cada vez más y mayores preguntas.

Diréis que no es cierto, pero de vez en cuando parece que el mundo y el tiempo se detienen y el vuelo sincronizado de los pájaros mostraría al artista que todos los miembros de la misma especie estamos enlazados. La obra y las figuras recurrentes de Álvaro Peña nos desvelan que cada ser humano nace teniendo la oportunidad de ser una obra de arte, porque no somos una copia del mundo, somos el propio mundo.

Javier Cerezo

Organiza:
Asociación Amigos de la Cultura de Aguilas

Colabora:
Excmo. Ayuntamiento de Águilas

Horario:
Todos los días de la semana.
De 18.30 h. a 21.30 h.